Lloret de Mar no se llama así por casualidad. Esta localidad que da la bienvenida la Costa Brava siempre ha tenido una relación muy especial con el manto azul. Primero como puerto fundamental en las rutas comerciales por el Mediterráneo, luego como punto de partida a las expediciones que se aventuraban a las Américas y, ya en el último siglo, como uno de los primeros destinos españoles que supieron ver que el mar, y esos paisajes salvajes de la Costa Brava, eran un valioso recurso que el mundo debía conocer.
Hoy en día, cerca de un millón y medio de turistas visitan Lloret de Mar cada año, convirtiendo a esta pequeña localidad gerundense en uno de los principales destinos turísticos de nuestro país. Pero más allá de su gran playa urbana, las decenas de hoteles que se acumulan a su alrededor y su animada vida nocturna, hay otra Lloret. Una Lloret que merece la pena descubrir.
La Lloret de los indianos
La arquitectura indiana en Lloret de Mar es un legado de los emigrantes que hicieron fortuna en América y regresaron para construir impresionantes casas señoriales. El fenómeno de la arquitectura indiana en Lloret de Mar comenzó a tomar forma a mediados del siglo XVIII cuando numerosos lloretenses se aventuraron a América en busca de fortuna. Estos "americanos", como se les conocía localmente, invirtieron parte de su riqueza en la construcción de espléndidas residencias, que mezclaban estilos europeos con influencias coloniales, para demostrar su poderío económico.
Las calles del centro histórico albergan varias de estas construcciones, entre ellas, la Casa Garriga, que actualmente alberga el interesante Museo del Mar. Otro de los ejemplos más notables es la Casa Can Font, construida en 1878 por encargo de Nicolau Font i Maig, un indiano que prosperó en Cuba. Esta casa fue adquirida por el ayuntamiento en 1981 y hoy es una casa-museo que recrea cómo era la vida de estos indianos. Otra edificación destacada es el propio Ayuntamiento, construido en 1872 en estilo neoclásico, obra de los arquitectos Marí Sureda y Félix de Azúa.
Desde ahí precisamente, empieza el paseo de Jacint Verdaguer, un bulevar creado durante esa época a lo largo del cual se repartían las casas indianas más lujosas de la ciudad pero que, por desgracia, se han perdido en su mayoría.
Un precioso cementerio modernista
El cementerio modernista de Lloret de Mar es uno de los mejores ejemplos de arte fúnebre en Cataluña. Inaugurado en 1901, fue construido gracias al mecenazgo de familias indianas que buscaban mostrar su opulencia a través de elaborados panteones diseñados por reconocidos arquitectos como Josep Puig i Cadafalch o Antoni M. Gallissà.
Este cementerio, declarado Bien de Interés Cultural, es parte de la Ruta Europea de Cementerios y ofrece una impresionante colección de esculturas y mausoleos que combinan simbolismo y arte modernista.
Jardines de Santa Clotilde, encanto italiano con vistas al mar
Estos jardines, diseñados por Nicolau Maria Rubió i Tudurí en 1927, son un oasis de tranquilidad situado sobre un acantilado con vistas espectaculares al mar. Los jardines fueron encargados por el marqués de Roviralta en 1919 y se construyeron en terrenos que anteriormente eran viñedos. Nicolau Maria Rubió i Tudurí fue el encargado de diseñar estos jardines siguiendo los principios del movimiento noucentista, que buscaba recuperar las formas clásicas y la armonía con la naturaleza
Las partes del jardín están estructuradas en terrazas que descienden suavemente hacia el mar, integrando una variedad de especies de plantas mediterráneas con pequeños estanques y esculturas. Destaca la Escala de les Sirenes, una escalinata decorada con esculturas de sirenas que desciende desde la terraza principal de la casa.
Uno de los puntos más atractivos de los jardines es la mansión original, de propiedad privada, que cuenta con arcos semicirculares en la planta baja, una gran terraza y una torre de tres pisos. En la fachada sur de la torre, se encuentra un panel de azulejos pintados dedicados a Santa Clotilde, que data de 1930.
Paseo de ronda, una inmersión en la belleza de la Costa Brava
El Paseo de Ronda que atraviesa Lloret de Mar es una de las rutas costeras más impresionantes y accesibles de la Costa Brava. Este sendero histórico, que antiguamente servía para la vigilancia y protección contra ataques marítimos, ofrece hoy una experiencia única en las dos direcciones desde el centro de Lloret.
Hacia Tossa de Mar, el sendero comienza en Cala Sa Caleta, junto al castillo de Lloret, y pasa por sitios arqueológicos como el Pueblo Ibérico de Turó Rodó. La ruta es conocida por sus escaleras y desniveles, ofreciendo vistas espectaculares del Mediterráneo mientras serpentea a través de acantilados y calas escondidas. Aunque puede llegar a ser exigente en algunos tramos, la recompensa visual lo compensa.
El recorrido de unos ocho kilómetros hacia Blanes, pasa por varios puntos de interés, incluyendo el Monumento a la Dona Marinera, la Cala Banys, el Castillo de Sant Joan, pasa por debajo de los Jardines de Santa Clotilde y la Ermita de Santa Cristina para terminar en la vecina localidad de Blanes.
El sendero está bien señalizado con marcas blancas y rojas (GR92) y cuenta con señalización vertical y horizontal adecuada. Se recomienda llevar calzado adecuado para senderismo, protector solar, agua y algún snack. El camino puede ser exigente en algunos tramos, especialmente en días calurosos.
Las playas “escondidas” de Lloret de Mar
La playa principal de Lloret es un arenal fantástico de varios kilómetros que cuenta con todos los servicios y comodidades. Pero Lloret de Mar ofrece también opciones más tranquilas y menos conocidas en sus más de siete kilómetros de costa. La Playa de Canellas, menos concurrida que la playa principal, es ideal para disfrutar de un día relajado al sol y cuenta con algunos restaurantes de moda como el precioso Gammarus Beach Club, ideal para comer o disfrutar del atardecer. Esta playa es también perfecta para actividades como el snorkel y de su pequeño puerto salen muchas actividades acuáticas como los paseos en kayak.
Al otro lado de Lloret, la Playa de Fenals es la favorita de los locales con sus aguas cristalinas y su arena dorada. Su ubicación algo más apartada consigue que esté algo menos concurrida, pero sigue teniendo en sus alrededores toda clase de tiendas, restaurantes y chiringuitos.
Más apartada aún y mucho más integrada en la naturaleza encontramos la Playa de Santa Cristina y su hermana la Cala Treumal, que descansan tranquila bajo la atenta mirada de la pequeña y coqueta Ermita de Santa Cristina. Esta iglesia es una de las más antiguas de Lloret y destaca por su altar elaborado con mármol italiano y por su colección de barcos en miniatura, que se entregaban a la iglesia para pedir ayuda en las peligrosas travesías a las Américas.
Otras curiosidades de LLoret de Mar
Conociendo la rica flora local
La empresa Naturalwalks ofrece una experiencia única para aquellos interesados en conocer la flora local y descubrir los sabores de algunas flores. Su actividad estrella es un paseo tranquilo y divertido que permite a los participantes disfrutar de las tapas verdes más insólitas y naturales que la naturaleza puede ofrecer: las plantas y flores silvestres.
Durante el paseo a orillas del mar, se pueden probar flores picantes, hojas saladas, tallos crujientes y raíces dulces, proporcionando una experiencia sensorial sorprendente.
El Daiquiri y su relación con Lloret de Mar
El daiquirí, uno de los cócteles más emblemáticos del mundo, tiene una conexión especial con Lloret de Mar gracias a Constantí Ribalaigua, también conocido como Constante Ribalaigua. Nacido en Lloret de Mar en 1888, Ribalaigua emigró a Cuba a una temprana edad y se estableció en La Habana, donde trabajó en el bar El Floridita, que eventualmente compró y convirtió en un icónico punto de encuentro para bohemios e intelectuales, incluidos Ernest Hemingway y otros personajes históricos.
Ribalaigua no invento el daiquirí, pero si lo perfeccionó y lo popularizó en su forma moderna. Su versión más famosa, el “Daiquirí Nº 4”, se caracteriza por su mezcla de hielo frappé, jugo de limón, azúcar y ron. Además, Ribalaigua creó el “Papa Doble” específicamente para Hemingway, adaptando la receta del daiquirí a los gustos del escritor, quien prefería una versión menos dulce y con doble de ron debido a su diabetes.
La relación de Ribalaigua con Lloret de Mar se mantiene viva a través de varias iniciativas, como la Daiquiri Academy, donde se enseña sobre la historia y evolución del daiquirí y se celebra su legado.
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