Todo aquel que viaje hacia el noroeste por carretera habrá pasado por los alrededores de Benavente, un nudo de comunicaciones y de distribución comercial de gran importancia en el tercio norte peninsular. Pero en esta ciudad del noreste de Zamora, cerca de la frontera con León y Valladolid, hay mucho más que extensos polígonos industriales y carreteras desabridas.

Porque desde hace casi diez siglos Benavente viene siendo una encrucijada de caminos, como las rutas jacobeas, incluyendo el Camino de Oriente y la Vía de la Plata que conecta con el Camino Mozárabe que llega del sur: todo ello ha configurado una ciudad con un rico patrimonio cultural en el que destacan sus iglesias románicas y los restos de su castillo.

Benavente, una vega cultural entre ríos

Benavente - Fuente: Depositphotos
Mosaico de la Veguilla donde aparecen los cinco ríos del entorno de Benavente – Fuente: Depositphotos

¿Y a qué se debe esta afición ancestral a rondar esta localidad zamorana? Como suele ser habitual en los asentamientos humanos, la presencia de agua nos atrajo desde antiguo a este lugar. Pero en el caso de Benavente, no son uno, sino cinco los ríos que pasan por su entorno: el Órbigo, el Tera, el Eria, el Cea y el Esla, configurando una vega que ha ofrecido excelente terreno para la agricultura durante siglos.

Actualmente, la ciudad se abre hacia el oeste de la A-6, encontrando la mayor parte de sus monumentos en la zona sur, la más antigua de la ciudad. Así que, tras pasar la plaza de la Soledad donde se encuentra la ermita homónima del XVI, llegamos al Hospital de la Piedad ubicado en la calle de Santa Cruz, frente a la plaza de San Francisco.

La fundación de este hospital se debe al V conde de Benavente, Alfonso Pimentel. Y es que esta ciudad ha estado vinculada a los Pimentel durante cinco siglos, desde que a finales del XIV el rey Enrique III fundara el Condado de Benavente que le fue otorgado a Juan Alfonso Pimentel, miembro de un linaje portugués que no entró con muy bien pie en el pueblo según cuentas las crónicas.

Sea como fuere, con el tiempo los Pimentel echaron raíces y controlaron Benavente y su entorno ayudando a su consolidación también como encrucijada construyendo edificios como este que estaba destinado a acoger a los peregrinos y a los enfermos que pasaran por la localidad. Lo más destacado del hospital es su fachada, ejemplo notable del plateresco.

La Plaza Mayor

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Iglesia de San Juan del Mercado y su portada sur – Fuente: Depositphotos

Pasando la Plaza del Grano, llegamos a la Plaza Mayor, zona en la que se congregan varios hitos arquitectónicos de la ciudad zamorana como su Ayuntamiento o la iglesia de San Juan del Mercado.

Fue fundada a finales del siglo XII es un ejemplo paradigmático del románico zamorano que podemos disfrutar en sus tres portadas, especialmente en la portada orientada al sur, la que da a la calle Encomienda. Dicen que presenta semejanzas con el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago incluyendo en su tímpano una escena de la Adoración de los Reyes Magos.

Ya en la propia Plaza Mayor encontramos la Casa de Cultura La Encomienda, además de otros edificios como el que acoge la oficina de turismo. Te recomendamos ahora que camines por el angosto Pasaje de las Guindas que conduce a la calle de la Rúa, una calle semipeatonal que nos llevará hasta el otro tesoro románico de la ciudad.

Iglesia de Santa María del Azogue

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Santa María del Azogue en Benavente – Fuente: Depositphotos

El arranque de la calle de la Rúa no puede ser más espectacular gracias a uno de los iconos monumentales de esta ciudad: el conjunto de cinco ábsides de la cabecera de la iglesia de Santa María del Azogue comparables a los de grandes monasterios o catedrales románicas estableciéndose también, según los historiadores, conexiones con las grandes fábricas del tardorrománico castellano y gallego.

Y es que estamos ante un edificio de grandes proporciones con sus 35 metros de largo y 28 metros en el transepto a lo que hay que sumar esa cabecera extraordinariamente desarrollada compuesta de cinco ábsides escalonados precedidos de tramos rectos en una solución que es vinculada con la colegiata de Toro o las catedrales de Sigüenza u Orense.

Iniciada su construcción a la par que San Juan de Mercado a finales del siglo XII, en plena etapa de repoblación, incluye dos bellas portadas románicas en el crucero añadiendo decoración de influencia cisterciense, en particular del monasterio de la Moreruela, ubicado a media hora al sur de Benavente.

A estos elementos románicos o protogóticos hay que añadir otras partes más modernas, como la fachada oeste del siglo XVIII que sustituyó una anterior destruida y algunas bóvedas del XVI. De cualquier forma, en conjunto, es el edificio más destacado de la ciudad y una de las joyas arquitectónicas de toda la provincia.

La Torre del Caracol

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Benavente con la Torre del Caracol en primer término – Fuente: Depositphotos

Es hora de desplazarnos hacia el sur para conocer la última joya del patrimonio arquitectónico benaventano, porque una encrucijada con tanta historia es inconcebible sin un castillo. En tiempo de Fernando II de León, cuando Benavente debía ser un auténtico hervidero constructivo en plena etapa de repoblación tras el avance cristiano hacia el sur, se puso la primera piedra del Castillo de la Mota en el que Alfonso IX llegó a celebrar Cortes en el año 1202 como atestiguan las fuentes.

Pero con el paso del tiempo, las funciones defensivas pierden relevancia y las ganan las residenciales. Los señores Pimentel toman posesión del castillo que pasa a ser su residencia oficial realizando algunas modificaciones para adaptarlas a esta nueva función.

Muchos siglos más tarde, en plena Guerra de la Independencia, el castillo sufrió una parcial destrucción lo que hizo peligrar toda la estructura. Pero en las últimas décadas se ha restaurado convirtiéndose en Parador de Turismo manteniéndose la conocida como Torre del Caracol que pudo ser la armería del castillo original.

Y no cabe duda de que estamos ante el entorno más apacible de Benavente: un magnífico parque que aprovecha la vega del río Órbigo que transcurre por el oeste del pueblo da la bienvenida a un conjunto de edificios en el que también destacan los escudos de la casa de los Pimentel en su fachada sur y el artesonado morisco que cubre buena parte del conjunto. Y al otro lado de la carretera de la Estación, el Parque de la Pradera, otro plácido rincón alejado del tumulto de la Benavente más industrial.