Pese a contar con uno de los emblemas naturales más asombrosos del país, las cascadas de Ouzoud, la provincia de Azilal suele ser poco más que una estación de paso para los viajeros que conectan Marrakech con los paisajes más abruptos de la cordillera del Atlas, de la que Azilal es una de sus puertas de entrada.
Pero a poco que te detengas en esta tierra descubrirás un Marruecos desconocido, y más "auténtico", menos acicalado para el turismo masivo como algunos de sus destinos más populares. Porque nuestro vecino africano es, ciertamente, un país aún por descubrir para muchos viajeros, incluso para los que ya lo "conocen".
Azilal, la belleza feroz del Marruecos profundo

Marruecos está formada por 12 regiones de las que Beni Melal-Jenifra es la central, al sur de Rabat-Salé-Kenitra y al norte de Draa-Tafilet. La provincia de Azilal es una de las seis que forman parte de esta región central incluyendo dos municipios (Demnate y la propia ciudad de Azilal), además de diversas comunas. En total, casi 10.000 km2 y poco menos de 600.000 habitantes.
Se podría decir, por tanto, que Azilal ocupa el corazón de Marruecos, al menos a nivel geográfico, siendo también una encrucijada desde tiempos remotos ya que aquí convergen los caminos que conectan las montañas con el mar.
Hogar del pueblo amazigh

Históricamente, esta tierra es también uno de los orígenes del pueblo amazigh (conocido también como bereber) que se traduce como "personas libres": su adaptación a la vida en el desierto es legendaria, extendiendo su presencia por todo el norte de África durante siglos.
Curtidos en uno de los entornos más inhóspitos del mundo, los amazigh desarrollaron sus propias y singulares costumbres, partiendo del tamazight, su lengua, que actualmente se habla en países como Argelia, Libia, Níger o Túnez. Además, es la tercera lengua más hablada en Cataluña, prueba de su presencia en diversos lugares de Europa.
Fue en el primer milenio antes de Cristo cuando surgió este pueblo que ha vivido diversas "visitas" desde entonces, de los fenicios a los romanos, pasando por los árabes, pueblo que, a partir del siglo VII, se asentó en muchos de los territorios amazigh, como la propia Azilal, estableciendo, con el tiempo, una confluencia cultural que es la que hoy caracteriza esta tierra.
Las montañas de Azilal

Como sabemos, la cordillera del Atlas recorre buena parte del noroeste de África, siendo las montañas más características de Marruecos. La ciudad de Azilal se ubica justamente en un valle que da acceso a algunas de las cumbres más populares de esta cordillera.
Al sur de la ciudad, adentrándonos en el territorio rocoso del Atlas, se encuentra, de hecho, la segunda montaña más alta del país (algunos dicen que es la cuarta, pero bueno, es cuestión de unos metros): se trata del Ighil M'Goun que alcanza los 4071 metros de altura.
El paisaje desde estas cimas del Atlas es asombroso, en invierno por la llegada de algunas nieves, y en el resto del año por ese color terroso apenas moteado de verde que caracteriza buena parte de esta cordillera.
Al norte de esta imponente montaña se encuentra el valle de Aït Bouguemez, al que llaman "el valle feliz": con algo más de 30 kilómetros de ancho suma algo más de 20 aldeas incluyendo diversos ighrems, los graneros colectivos que caracterizan esta tierra, indispensables para la vida comunitaria en un entorno áspero como pocos.
Al este de Azilal, por su parte, encontramos otro de los emblemas naturales de esta provincia. No es tan alta como Ighil M'Goun pero probablemente impacta más debido a su pared de roca ocre que asciende entre un exuberante bosque de pinares: es la "Catedral de Imsfrane" que suma poco más de 1800 metros de altura y nos recordará, tal vez, a los populares colosos del Monument Valley.
Un lago y un puente natural

A unos 30 kilómetros al noreste de Azilal y poca distancia al sur de Beni Melal se ubica el oasis acuático de la provincia, el lago Bin El Ouidane. Se trata, en realidad, de una presa construida para aprovechar el curso del río El Abid, el principal afluente del Oum Er-Rbia (Morbeya), el segundo río más largo del país, que significa en tamazigh "la madre de la primavera".
El Abid es también responsable de las gargantas del entorno de las cascadas que veremos después, pero río arriba, en una zona menos abrupta, las autoridades marroquíes decidieron que era el emplazamiento ideal para crear este embalse en torno al año 1950.
Si Bin El Ouidane ofrece un espectáculo azul turquesa rodeado de tierra roja y ocre, al sureste de Azilal se ubica otro icono natural de la provincia, aunque en este caso sin manipular: se trata del puente natural de Imi N'Ifri, un paso natural excavado en la piedra, muy cerca de Demnate, la segunda ciudad en importancia de la provincia, con sus 25.000 habitantes.
Se traduce en tamazigh como "las puertas del abismo" y está vinculado a diversas leyendas locales: desde un ogro que habría abierto en la montaña un hueco para poder formar un hogar hasta unos amantes que se convirtieron en piedra para poder estar juntos toda la eternidad pese a la prohibición familiar, una suerte de Romeo y Julieta del Atlas.
Las cascadas de Ouzoud

Y llegamos, por fin, al gran icono turístico de la provincia: a 30 kilómetros al noroeste de Azilal se ubican una de las cascadas más bonitas del mundo, las de Ouzoud (o Uzud), que en tamazigh significa "olivo", por los cercanos campos de olivos que, desde tiempo remoto, crecieron por la zona.
No solo son el salto de agua más grande Marruecos, superando los 100 metros de altura, sino que, sobre todo, este grupo de cascadas destaca por caer a varios niveles, generando un espectáculo memorable, casi como si formase parte de un parque de atracciones diseñado por un grupo de inversores turísticos. Pero no, por suerte, esto es natural, aunque en los alrededores abunden los negocios que explotan la belleza del entorno.
Diversos miradores a lo largo del recorrido habilitado permiten ver las cascadas desde diferentes puntos. Así mismo también puedes cruzar el río Tissakht, principal responsable de la formación de este emblema geográfico, en varias embarcaciones típicas que te ofrecen una postal inolvidable: el rincón más popular de una de las provincias más desconocidas de Marruecos.
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