Es un río, es una sierra, es un municipio, son dos comarcas, dos reservas de la biosfera, y un motivo de disputa fronteriza, pero, sobre todo, es uno de los rincones más misteriosos de España. Porque donde el relieve y la meteorología se alían para ponérnoslo difícil, la vida transcurre a otro ritmo, el que marca la naturaleza.
En los Ancares recordamos que nuestro papel en el mundo, aunque nos creamos protagonistas, tal vez sea el de un actor con suerte que comparte película con un rutilante y enigmático director... o directora. Es hora de recorrer estas montañas mágicas entre Lugo y León para disfrutar de uno de los mejores capítulos de nuestra historia.
Los Ancares, la belleza no conoce fronteras

No hay mapa que recoja los límites de los Ancares y deje contento a todo el mundo, porque las fronteras también han hecho aquí de las suyas. De hecho, hasta el propio término tiene un origen dudoso: ¿"último refugio" como el latín ancora?, ¿"terreno pedregoso" por la raíz indoeuropea kar?, ¿o "territorio anguloso" por la raíz ank que significa "curvar" o "doblar"?
Pero combinando esas hipótesis etimológicas nos quedaría una interesante definición de esta tierra: un refugio montañoso de aristas vivas, de belleza angulosa... y transfronteriza. Y es que los tesoros naturales de los Ancares se despliegan en dos direcciones: hacia Lugo y hacia León.
Y a pesar del fuerte carácter que encontramos a ambos lados de la frontera, se comparte, sin duda, un origen común, como demuestra el elemento (humano) más característico de esta tierra: la palloza.
Con la misma estructura circular de las viviendas de los castros prerromanos, estas construcciones con techumbre (o teito) de paja de centeno son una de las tipologías de viviendas conservadas más antiguas de Europa, una verdadera reliquia que nos recuerda cómo el ser humano se adaptó a uno de los enclaves más ariscos de la península.
Os Ancares lucenses

Nuestro recorrido por los Ancares empieza en Lugo, en el municipio de Pedrafita do Cebreiro, un ancestral lugar de paso desde época romana. Mucho después por aquí también transcurrió la primera carretera "moderna" entre Galicia y la meseta, hasta nuestra A-6 actual que también recorre esta zona.
Esta encrucijada natural también sirvió para que, desde antiguo, el ser humano fuese poblando esta tierra. El Conjunto Etnográfico do Cebreiro es nuestra primera toma de contacto con la palloza, esa vivienda adaptada al relieve montañoso y a la meteorología consiguiendo un buen aislamiento del exterior a través de los gruesos muros y la planta circular sin esquinas.
Prueba de que esta estructura funcionaba bien a todos los niveles es que se ha mantenido en uso durante siglos hasta hace unas pocas décadas, mientras la ganadería extensiva, la agricultura y el aprovechamiento el monte continuó siendo el principal medio de vida de los habitantes de los Ancares.

Bordeando la frontera con León que marcan puntos como el Porto do Portelo, entramos en el municipio de Cervantes pasando ante localidades como A Veiga do Seixo o San Martín do Cereixedo donde también hay pallozas.
Pero en este territorio también encontramos otro tipo de construcciones más altivas, aunque originalmente también muy prácticas, como el Castelo de Doiras en la parroquia de Vilarello: su función desde su origen en el XV fue defender una de las entradas meridionales en Galicia para tomar el Camino de Santiago.
Y no hay castillo sin leyenda (y menos en Galicia): se dice que aquí vivió en su día una doncella llamada Aldara que desapareció para convertirse en cierva hasta que su propio hermano la abatió en el bosque... sin saber que era su hermana con forma de animal.
Todavía en el municipio de Cervantes visitamos el Castro de Santa María de Cervantes, un buen ejemplo de esta clase de asentamientos habituales en el noroeste peninsular, incluyendo el norte de Portugal, León, Zamora, Asturias y la propia Galicia.
La cultura castreña de la que, como vimos derivan las pallozas, nace en el siglo VI a.C. aproximadamente, en época prerromana, con diversas construcciones circulares ubicadas generalmente en lugares altos de fácil defensa: nuestros primeros "pueblos".

Y ya en el municipio de Navia de Suarna llegamos a uno de los emblemas de Os Ancares: Ponte Vella, un puente medieval de un arco ligeramente apuntado con calzada de pizarra abombada que se erige sobre el río Navia que da nombre a todo el municipio y que es uno de los más importantes de la vertiente cantábrica.
En la propia parroquia de Proba de Navia encontramos el otro castillo que destaca en Os Ancares lucenses: se trata del castillo de los Condes de Altamira cuyo origen puede ser altomedieval pero reconstruido ya en el XIV. Junto al puente forma uno de los conjuntos monumentales más icónicos de la comarca.

Como lo es, por supuesto, Piornedo, a un paso del Puerto de Ancares, de nuevo en el municipio de Cervantes: uno de los mejores conjuntos de pallozas de nuestra geografía.
Cuando el frío aprieta y la nieve hace acto de presencia, pocos lugares en España despiertan tanta fascinación como esta aldea ubicada a más de 1.100 metros de altura, muy cerca ya de la frontera con León que cruzamos para seguir disfrutando de los Ancares.
Los Ancares leoneses

A diez kilómetros al este de Piornedo llegamos a Balouta, nuestra primera parada en el municipio de Valle de Ancares, antes conocido como Candín. Junto a Peranzanes, Vega de Espinareda y Villafranca del Bierzo son los cuatro municipios que forman parte de la Reserva de la Biosfera de los Ancares Leoneses, que recordemos, también existe al otro lado de la frontera con el nombre (completo) de Os Ancares Lucenses e Montes de Cervantes, Navia e Becerreá.
Con su medio centenar de habitantes, la localidad de Balouta se ubica en un triángulo mágico, no solo natural, sino también geográfico: en el extremo noroccidental de El Bierzo, a un paso de Lugo y Asturias.
Y sí, en Balouta también podemos disfrutar de una buena colección de viviendas tradicionales, incluyendo pallozas o tietos, pero también hórreos. Incluso muchas de las casas más modernas se construyeron sobre antiguos pallozas.

Pero antes de seguir hacia el corazón de Valle de Ancares, un desvío hacia el municipio más septentrional de la Reserva de la Biosfera leonesa donde nos encontramos con otro testimonio de la arquitectura ancestral ancaresa: es el Castro de Chano en Peranzanes, en el valle de Fornela.
Se trata de uno de los yacimientos de época romana más importantes de toda Castilla y León, construido en un contexto de explotación minera potenciado por la metrópoli, el principal impulso de la presencia romana en esta tierra.
De regreso a Valle de Ancares pasamos ante Pereda donde se encuentra uno de los mejores ejemplos de palloza de toda la comarca, a ambos lados de la frontera: es la palloza del Señor Antonio. Ha sido restaurada y habilitada para la visita, manteniendo el material y las estructuras tal y como las dejó su último habitante que dio nombre a la vivienda.
Y hacia el sur, camino de Vega de Espinareda, puedes subir a conocer Villarbón, uno de esos pueblos que fue quedando sin vecinos en las últimas décadas pero que se ha intentado rehabilitar recientemente.
Por su parte, un pueblo que sí ha logrado resistir a la despoblación es Burbia, ya en Vega de Espinaredo, manteniendo en torno a medio centenar de vecinos en uno de los enclaves más impresionantes de los Ancares, entre las montañas que flanquean el río que da nombre al pueblo, uno de los tres que recorren el municipio junto al Cúa y el propio Ancares. Por supuesto, aquí no faltan las pallozas.

Si quieres conectar a pie dos de las localidades más bonitas de los Ancares (y de paso, cruzar la frontera) puedes recorrer los 20 kilómetros que separan Burbia de Piornedo: no es una ruta fácil (ni rápida) pero no hay mejor manera apreciar la belleza "angulosa" de los Ancares que esta ya que, además, pasa cerca de la cima de esta comarca: los 1987 metros del Pico Cuiña.
Rumbo al sureste bajamos hacia Sésamo donde existe una singular muestra de arte rupestre en Peña Piñera, además de los restos de un castro sin restaurar.
Y cerca de la capital del municipio, una localidad de ambiente ya diferente a los que hemos visto hasta ahora (suma más de 1.300 habitantes) destaca el Monasterio de San Andrés. Por supuesto, los monumentos religiosos tampoco faltan en los Ancares, pero son las pallozas y los castros sus elementos más distintivos, como hemos visto.
Y nuestra parada final en los Ancares es el municipio de Villafranca del Bierzo, pero nos vamos lejos de su capital y de regreso a las montañas cuyas aristas marcan el carácter de esta tierra.

En la aldea de Campo del Agua nos encontramos con la última muestra de arquitectura residencial tradicional típica de esta tierra: las pallozas que forman conjunto con otras construcciones como hórreos, cuadras y pajares.
Muy cerca de aquí, los picos de Tres Obispos y Peña Rubia, dos de las cimas más altas de los Ancares, en torno a los 1.800 metros. Y al otro lado de estas montañas mágicas, de nuevo, Os Ancares lucenses: el eterno retorno de la belleza natural de esta tierra.
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