Si pensamos en los grandes exponentes del surrealismo, sin lugar a dudas, surgirán los nombres de Salvador Dalí, Joan Miró, Luis Buñuel, René Magritte, Max Ernst, Man Ray o, por supuesto, André Breton. Sin embargo, más allá de los popes por excelencia, existen otros muchos artistas adscritos al movimiento que aportaron elementos muy significativos al discurso del surrealismo. Figuras como Remedios Varo, Maruja Mallo, Leonora Carrington, José Alemany, Gala Dalí, Ángel Planells, Amparo Segarra, Joan Massanet, Nicolás de Lekuna o Rita Kernn-Larsen reinterpretaron los principios abanderados, e impuestos, por Breton dando lugar a “otros surrealismos”, otras lecturas no tan conocidas ni reconocidas como se merecen.
Para entender las causas de este desequilibrio, primero hay que preguntarse qué es el surrealismo y después buscar las respuestas, bien en los epígonos del surrealismo o quedarse en el surrealismo mismo y tratar de encontrar aquello que, probablemente, no se ha subrayado lo suficiente. Estos son algunos de los aspectos que aborda 1924. Otros surrealismos, la exposición comisariada por la académica y catedrática Estrella de Diego, que permanecerá en la Fundación MAPFRE de Madrid hasta el próximo 11 de mayo.
Mucho más que musas y médiums

A pesar de que fueron numerosas las artistas vinculadas al grupo, Breton se limitó a otorgarles el papel de médiums o de musas. Para él eran portadoras de los “valores inconscientes” pero, ya en el Primer manifiesto, las describe como “bellas y sin nombre”. Una gran contradicción en un movimiento presuntamente rupturista, “libre de ataduras de la razón y de cuestiones estéticas y morales”, que venía a dinamitar las muchas limitaciones que constreñían el proceso creativo, pero que ignoró, deliberadamente, las de género.
Por eso las mujeres ocupan un papel destacado en la muestra. Y no se trata de una mera cuestión de imagen o de establecer cuotas sino de saldar una deuda histórica devolviéndoles el lugar que les corresponde por derecho propio.
Porque fueron muchas las excluidas del relato oficial pese a su innegable talento. Bien conocido es el caso de Leonora Carrington (Reino Unido, 1917 - Ciudad de México, 2011), una brillante autora que extrajo del sufrimiento, de la psique y del cuerpo femenino, el aliento para alumbrar su revolucionario, espléndido y deslumbrante corpus. Aún así los elogios y el reconocimiento le llegó hacia el final de sus días y su nombre sigue estando a la sombra de sus compañeros.
Con la española Remedios Varo (Girona, 1908 - Ciudad de México, 1963), una de las imaginaciones más fascinantes del movimiento, vemos algo similar a pesar de que fue la primera de una sucesión de mujeres afines al grupo surrealista que abrieron el camino de la visión hacia los sueños. También con Maruja Mallo (Viveiro, Lugo, 1902 - Madrid, 1995), la gran pintora surrealista de la Generación del 27 y parte del grupo de mujeres artistas españolas conocidas como las “Sinsombrero”.
El catálogo continúa con muchos otros nombres, como Dorothea Tanning, Leonor Fini, Frida Kahlo, Tina Modotti, Meret Opnenheim, Alice Rahon o Gala a pesar de que el propio genio de Figueras reconoció que nunca habría existido Dalí sin ella y junto a ella firmó sus mejores obras.
Periferias topográficas y humanas

No solo el género. En el surrealismo bretoniano existen notables exclusiones geográficas y humanas. Por un lado están los territorios situados en la periferia de París, y por otro, existe una extensa “cartografía de creadores” (en la que de nuevo debemos incluir a las mujeres) alejada del núcleo duro de Breton bien por diferencias ideológicas, bien por distancia física.
Y es que como bien apunta Estrella de Diego, “no toda Europa era París y no todo el mundo fue a París”. Aunque parezca una apreciación obvia, en realidad pocas veces reparamos en la geografía como aspecto esencial en el mundo del arte. Simplemente aceptamos los epicentros artísticos establecidos por la historia.
1924. Otros surrealismos viene a poner el foco en esas otras periferias topográficas, ideológicas y humanas que contribuyeron notablemente al enriquecimiento del relato surrealista.
España y América Latina

En los años veinte y treinta del siglo pasado, España se encontraba al margen de los centros vanguardistas europeos. Aun así, aquí nacieron algunos de sus máximos representantes, como Luis Buñuel, Óscar Domínguez, Joan Miró o Salvador Dalí, aunque este último acabaría distanciándose de Breton por desavenencias y rivalidades, al igual que pasó con el grupo de surrealistas belgas, con René Magritte a la cabeza.
Sin embargo, otros artistas españoles, como José Alemany, Ángel Planells, Joan Massanet o Amparo Segarra, que abrazaron el movimiento a través de las publicaciones del grupo, como Minotaure o por testimonios cercanos al círculo de Breton, no gozan del reconocimiento que se merecen.
Algo similar se aprecia en América Latina donde, más allá de México, países como Brasil o Argentina plantearon interesantes lecturas “surrealizantes”, gracias a Raquel Forner, Maria Martins, Horacio Coppola, Grete Stern o Antonio Berni, que nos hablan de una periferia en la que los ecos del surrealismo gozaron de una gran repercusión.
Tenerife y el surrealismo

La exposición analiza también la influencia que ejerció la presencia física de Breton en otros lugares alejados de París en el desarrollo del movimiento. Tenerife fue uno de estos puntos. Hasta allí viajó en 1935 junto a su esposa, la pintora surrealista Jaqueline Lamba, para asistir a la inauguración de la Exposición surrealista celebrada en el Ateneo de Santa Cruz. Auspiciada por el grupo canario y por Eduardo Westerdahlen, director de la revista Gaceta del Arte, participaron, entre otros, Giorgio de Chirico, Max Ernst, René Magritte, Man Ray, Dalí, Picasso o Joan Miró.
En 1924. Otros surrealismos caben todos. Entre las más de doscientas obras que la conforman, encontramos obras capitales de Dalí, como El zapato de Gala o Teléfono afrodisiaco; Quimera, de Max Ernst; Perro ladrando a la luna, de Joan Miró o El acróbata azul, de Pablo Picasso, enfrentadas a otras de artistas menos conocidos como Raquel Forner, Delhy Tejero, Esteban Francés, Artur Carbonell, Suzanne Van Damme, Kay Sage o Maruja Mallo. Los grandes están, no podían faltar, pero, como dijo Estrella de Diego, “era importante llamar la atención sobre esos olvidados del surrealismo”.
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